CRONICA DEL MENEO
La crónica sobre el meneo tectónico es casi como un compendio de pianos y recortes de acordes, similar al de las cortinas con cuerdas de los catres rechinadores adheridos a una “Lata Iluminada” y según la escalera usada por el Ascencio Escalona; un amigo que quedó retrasado por no viajar en el tren de la medianoche. Es también acordarse de lo acontecido en las inmediaciones de la Comarca del Merkén ¡En fin! Todo esto será descifrado algún día a partir de los papelillos del Casi Vate. Cada texto. Garabatos y trazos fueron escritos sobre las superficies más inverosímiles y descabelladas, jamás utilizadas ¿será posible?
Actualizada hoy después de ayer por Terry Mothos (www.mascahuin.cl) Copyright ® Términos y Condiciones de la información: Pasquín “La Oreja de Van Go” y Editora “La Cazuela Popular. Fuente : La Cuncuna en la Cuneta
El Casi Vate usó esta receta de anotar todo lo que pudo y donde pudo, como una receta de paciente ambulatorio internado en un circo sin un infame tramoyista, con el percutor de bala perjurada en sus dubitativas manos de hormiguero azulado. Lo hizo con el único propósito de hacer su propia terapia frente al astroso acontecimiento telúrico; lo hizo por que no quería caer en las fauces de una loba oscura y siniestra, como aquella que carcome las cañas y carnadas mediante la pena, el dolor y la angustia; y que por lo demás, ni siquiera es posible arrancarla con la fuerza de un sacacorchos enroscado. El mismo Casi Vate reconoce desde entonces esa edad madura, que lo precede en los mil calendarios de garages, aunque esté enturbiada por excesos de tantos pesares; por arremolinamiento de malos pesajes y por abuso de fatídicas pócimas transversales. Reconoce consumo inhóspito de brebajes tintorros a falta de líquidos más domesticados; reconoce tanto los de carácter embriagador, como aquellos más bien encubiertos por un astrolabio presagiador. Reconoce que además dejó hilillos suspicaces de sus temores grabados en muros y losas templares. Lo hizo ahí donde pudo y quiso hacerlo. Lo que intentaba hacer con esta obsesiva diatriba, era dibujar o escribir algo parecido a la silueta de un escaparate – “Infructuosamente intenté dibujar las siluetas errantes de aquellos hostigosos artilugios del tiempo. Los mismos que me atosigaron durante casi tres minutos aterrantes” Quise huir de las caderas insomnes de una destructora sacudida aparecida de la nada, con su atronadora elocuencia subterránea. Quise huir de lo que ella estaba haciendo en ese instante erótico y abismante. Era como huir de un hito entre lo que se había originado en los confines de la abrupta ruptura, y las mil discusiones invalidadas. Me enfrenté cara a cara a las energías de la misma natura en desigual arranque de mechas paridas. Quizás todas mis aventuras salgan de la caverna oscura algún día, como un inusual trastabillar, cuyo título ya he definido y no transaré ni con el atentado beso de una lisonjera de boca y cereza enrojecida. La llamaré "El Julepe Encamisado", y será editada por la editorial “La Cazuela Popular”. Haber escrito mil viñetas en cuanta superficie pude, significó que más tarde también pude descifrar con mucho sentido del rumor el humor de la desfachatez. Las imágenes incoherentes y revueltas que quedaron dando vueltas en mis desorientados remolinos de papiro escarchado, amortiguaron las sandalias recorridas de un buen ruiseñor. La verdad es que no pude describir con mucha minucia como hubiese deseado; ya que los meneos siguientes me sorprendieron tanto o más, que el primero de aquella oscura noche de traqueteos. Pero a pesar de esto; lo vivido me enseñó que: Aquello que no me mató ya no lo hará en otra dimensión”. No pude hacer otra cosa que pensar en los ajetreos de uno mismo. No pude dormir durante varias noches; las piernas temblaron y no hubo tiempo para ese miedo aterrador que observé en muchos rostros vecinos. Descubrí que los meneos producen réplicas sicológicas de inexplicable antropología. Sentí miedo horas después; lo confieso. El choque de las placas y las horas vestidas de precariedad y supervivencia, produjo un efecto cívico que sirvió para ver la desnudez e inconsistencia de la civilidad. Observé un mundo extraño; presagio de lo inminente que sucederá mañana cuando la natura haga su última jugada maestra – Cuando juegue su último Jaque Mate; tal como si fuésemos el enemigo que acosa sus fortalezas; tal como el mal que agobia a un enfermo; o como también lo hace el sinsabor de un desamor; despojándonos de un té con almanaque y dejándonos a la deriva de nuestros rezos. Con el ensañamiento surgido por la desesperación prójima – es claro que aún no hay acuerdo en el remate – lo que me quedó meridianamente claro, es que se pondrá término al ciclo descrito en las paredes por los ancestros más atávicos de nuestras generaciones. Y hablando de esto; por debajo de la mesa del comedor, aún se lee lo observado: “Como si se tratara de la peor pesadilla del mundo imaginario; sentí, cual luchador enguantado como se sacudía esa impactada cáscara facial. En tres minutos se sacudió la tierra al ritmo de una partitura mal ejecutada. Los retamos botaron sus últimas flores secas; e incluso hasta se me corrieron las tejas de la techumbre debido al sacudón. Comarcas vecinas vivieron un maremoto con oleajes de un edificio de cuatro escaleras; y otros vimos la erupción de un volcán social inexplicable a la luz de La Luna. La Bella Platinada desapareció de nuestra vista y la noche se hizo realmente interminable. Como verdaderos zombies los habitantes caminaron bajo los primeros haces de luz. Todos querían saber sobre la salud del restante; todos hicieron gestos solidarios; todos ayudaron a reparar lo que era posible reparar. Limpiamos escombros y los depositamos en un improvisado botadero clandestino. Nos parapetamos detrás de la noche y nos armamos como si estuviésemos carentes de ley y orden. Lo sucedido no tiene parangón registrado en otro apagón; y la incivilidad amenazó incluso con ampliarse hasta la imbecilidad! Medimos el descanso de acuerdo a nuestros miedos; y las horas oscuras de acuerdo a nuestras oraciones. Forjamos compañerismo y protección en cada esquina, y aún así aparecieron de la nada los insaciables de siempre, cuales vampiros, ávidos de más egoísmo. Detrás del caos se nos interpuso un lumpen comercial de factura ilícita y gentes aperadas aperándose de lo injusto e innecesario. Los millones de tambores subterráneos me recordaron el episodio bíblico de las trompetas demoledoras. La ausencia de ladridos y el piar de las avecillas; la ausencia de insectos y la incomunicación me transportaron hacia extraños mundos ancestrales. Hubo quebrazón de utensilios y raíces; espíritus y paciencias; y con tanto zangoloteo hubo también un murmullo de perogrullo con incontrarrestables susurros transversales. Existió una conversación que nos acercó a lo cósmico y a lo divino; lo que significó que aprendí una nueva lengua, sumándome al bilingüismo con palabras agregadas al léxico personal. Y en mi calidad de Maestro de la Lengua de Lija; y Activista innato de La Literadura; fui adscrito a la nueva Academia de Valores con rango de Costillar Ahumado. Me proclamé barredor de pasajes y aceras despilfarradas. Sumé restos de valentía y conviví con lo puesto y muerto…¡En fin! Los meneos aportaron gran sentido a mi vida. Lo hicieron los meneos de los calderos hirvientes y los de las cadenas envenenadas; también lo hicieron el meneo de las cadenciosas caderas que me hicieron falta. Todos los meneos aportan lo que se nos infiltra en los atavíos tectónicos más originales y, que son capaces de abordar con éxito las ausencias, las Saudades eternas y las verdades cotidianas aferradas como hiedra en nuestras necesidades más infinitas. Los meneos nos son tan vitales como cuando son verticales y se nos erizan los cabellos para llenarnos los ojos de alegría; o cuando son horizontales para transformarnos en los mejores amantes de las palabras esparcidas. No importa como sea el meneo, pero esa sensación de inestabilidad nos obliga a aferrarnos con manotazos de sobrevuelo sobre fierros; maderos o donde mejor podamos acogernos. Izando la mirada al subterfugio redondo desde donde oteo La Luna, un montón de erizos parecen espinudas maneras de atravesar la vida de un tulipán enceguecido. La vida sin meneo no es una manera sana de menearla; por eso vino el vino al encuentro de febrero, justo antes de aquella movida hora de recreo, en el momento del cierre del tiempo de los soles, y los cuerpos dorados de mis amigas más descabelladas. Por eso no dejaré de celebrar el meneo tectónico, aunque tan sólo sea con una copa en la mano y la otra ocupada en un largo besuqueo; por que entre meneo, sacudón, coletazo o zangoloteo no hay ninguna diferencia.
AYAYAY
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