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El Ictiocefalolalista

VEJEZ PLATINADA

VEJEZ PLATINADA ¡Este día no es un día como cualquier otro! Asonó con estridencia el anciano platinado de la voz metálica. Era una voz que ajetreaba en medio de la algarabía del gentío; y que sin más bártulos que apear; pausadamente, ésta se enmudeció. Dijo esto el anciano; a pesar de ver con sus propios ojos, que el premio de la extensa jornada marina ostentaba suficiente bastimento; tanto en porte como en cantidad de peces. El bote se había batido antes de alcanzar el objetivo, entre la furia del Dios del Viento y la escabrosa Diosa de la Noche. El cigarrillo incluso había llegado a herir aun más las vías de respiro del platinado anciano.Desde luego; al regreso, todos insinuaron su cansancio.

 

¡Qué leseras no! Dijo y el escupitajo que precedió su silencio se esparció por causa del mismo viento entre sus botas y la arena de la playa. ¡Para algunos sí, para otros no tanto! Musitó a continuación casi sonriendo e hilando esto con las palabras de antes. Pero para mí; este es un día que regocija toda mi alma. Es el día que más espero. Es el día del merecido descanso. Y por que además puedo arreglar el jardín y jugar con mis nietos. Otros marineros; en cambio, por necesidad tienen que salir a navegar como si fuera un día más. ¡Que pena!

 

¿Acaso no les gustaría que todos los días fueran sábado?Tanto el deseo como la ocurrencia serían estupendos; pero les aseguro que no todos disfrutarían como yo lo hago. Se dijo así mismo el anciano rascándose parte del grueso antebrazo izquierdo. No todos agradecen la sucesión de los días; ni los días que se viven en la mar; ni los días que uno disfruta junto a su familia. ¿Por qué para disfrutar de las cosas es necesario trabajar? ¿Que culpa tiene el pez que intentó huir y las redes que lo atraparon? ¿Por qué el día sábado es tan sólo uno, y los demás; unidos, suman en total seis días?

 

No pensaré más; dijo el anciano de voz metálica. Aprovecharé de jugar con mis nietos y; seguramente; luego, me emborracharé con mis amigos en la cantina de la esquina. ¿Qué otra cosa puedo hacer lejos de la mar, cuando ella no me puede ahogar con sus penas?

 

 

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