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El Ictiocefalolalista

Soliloquios que pululan

Soliloquios que pululan

Sí. Es cierto; aunque pululen millones de personas por las estrías de esta irregular geografía; nada impide; busco igual; incansable, el sosiego de la soledad. Intento detener con esto las malditas marejadas de la sinrazón; que me hacen temer como el caos absurdo lo hace con la ilógica escalera del escritor. Y no conozco otros armatostes de resguardo como los que me brinda el propio silencio. A veces describo perífrasis de gentío acosando la macilenta soledad; la misma de esta conquista geográfica lograda sólo a pulso de poesía. Y pido seguir caminando sobre la huella de la palabrería. Entonces pienso en la misoginia que desbarata las armas del estruendoso violento. Y esto me preocupa; pues aunque siempre afirmé que la vida se batía entre la soledad de la aurora; tanto como en la del ocaso; observo atemorizado la agitación del astronauta cuando se siente desligado por unos instantes a la esperanza del regreso. La soledad es demasiado elocuente como para no escucharla y abandonarla a su propio quehacer. Ella; similar como lo hace una madre; nos vincula a la realidad temporal, y anuda los cabos sueltos que nos separaron de la creación y de su autor. La soledad; entonces, nos embriaga como lo hacen las silentes reflexiones a los pies de las pasajeras de la noche.

 

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