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El Ictiocefalolalista

POE-SILLA Nº 30 QUEMAR EL QUE MAL DORMIR

Apneicos ronquidos,

sobresaltos pectorales retrasaban el traqueteo siguiente de biceps,

deltoides y dorsales dorados.

El desesperante enredo de sábanas hizo del reparo

una intensa pesadilla;

y el chasquido lingual acusó el uso indebido de la alcuza.

Grotescas imágenes desencajaron picaportes enmohecidos del rostro,

como si se tratara de la lúdica plasticina.

¡Vaya noche aquella!

¿Acaso existe un temor más intenso que,

este del insomnio arremolinado en almohadas encarrujadas?

Dedujo al alba uno de los durmientes de la arcaica trocha,

cuando; - una vez vencido sobre el catre desvencijado,

desplomó una lagaña de sus ojos.

Ferrosos respiros crepitaron en cada burbuja abandonada del cobertor,

Desnudaron los atávicos desconsuelos que aún permanecían en los 

recuerdos.

¡Vaya amanecer!

¿Acaso existe consuelo más apretujado que,

este del murmullo de un riachuelo lejano -más abajo,

en eso que parece calleja de pasiones?

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