A puntetes, patadas, tirones de mechas y chirlitos, las poseída de la escoba dada a la trifulca, logró la semana pasada apaciguar sus males de oleajes. Esto ocurrió apenas se descolgó una hoja más del odioso calendario que la atormenta. Mi opinión es que sucedió; una vez que se propagó la copucha del pronto regreso de la rubia de los dorados hombros tersos; la hermosa “Paraolas” que de mar en mar contiene los oleajes con sus fuertes brazos de amazona. Se supo entonces que al cruzar la cordillera de los andinos, inmediatamente el agente de la poesía cursó bellos poemas y recetas de placebos en sus ajadas cuartillas. Quiso calmar los estereotipados colapsos capilares que en cada plenilunio, brotan como leños a la deriva, después de la tormenta en una charca mal contenida. Actualizado hoy después de ayer, sin mencionar el mañana, para el pasquín “La Oreja de Van Go”, por el periodista Lapi Dario Fallo (www.mascahuin.cl ) Copyright © Términos y Condiciones de la información del otro pasquín “The Pear Matures” Fuente : The cuncuna in the gutter Actualizada hoy después de ayer por (© Copyright La trampilla de los abrazos gratuitos se hizo a destajo, y con disfraces de piratería y arcabuces cicateros, para evitar ser totalmente sorprendido por culpa de la cafeína mal distribuida en un organismo escaso de estatura y poca fibra muscular. La abrupta picardía florecida después del cincuenteno, no debía delatarse antes del croar de los viejos batracios de medianoche. Esa era su gran apuesta en el circo sin carpa levantado en la avenida de Los Carrera, allá en la gran urbe de la Comarca del Masallá; muy cerca de la casona donde una hermosa “Paraola” detiene el tiempo en su rostro, y regala encantos como una de las más diestras poesillas; una, más bien improvisada. Debía acallarse como si esa fuese una más de sus tristes realidades; como una de esas historias provenientes de una falsa ficción de jinete; desmontado de un batracio embalsamado y siempre algo despeinado; el que alguna vez fue pesadilla y sobresalto, y mucho antes de empezar un examen de ordinarios orines en la facultad de La Literadura. Ya era suficiente con esto de hacer sonar el biombo cada vez que se enamoraba de una rubia teñida. Ya era suficiente con su significante parecido a un adiposo marinero posado en un laberíntico bajel alejado de la mar. Es más; todos saben que su rostro fue cuadriculado delante de un espejo sin mercurio. En realidad fue trazado por un añil dibujante de perdices frente a un espejismo de vino derramado. ¡Que se yo! Continuó con su paso cancino. Quedó plasmado enteramente en un recuadro de una esquina marmórea; muy cerca de un húmedo roquedal frente al desierto de las miles de estrellas fugaces. Ahí donde se desnudan sin moros ni morros en la nubosa costa de los filibusteros ausentes; todas ellas atrapadas de una en una, por sus ávidos ojos de astrónomo de techumbre. Quienes lo alcanzaron a divisar entre algas y cangrejos sin tenazas; dicen que su aparecido aparejo de enamorado, reflejaba la mirada turbia de un mameluco descalzo y muy bien acorazado; que además, parecía batirse a duelo en un recodo del aborrecido lazareto de poetas con un zancudo malhumorado; un mosquito desvestido de travestista y carcomido por la oscura medianoche. ¡Que noche más oscura para sus sanos instintos de poeta amador! El casi fraude del ingenioso casi vate, no fue tal al momento de su articulado agradecimiento. Estaba agradecido - y de verdad lo estaba al momento de empinarse una que mareaba. Finalmente obtuvo premio a su osado atrevimiento de amador con compases lentos. Pero un lavatorio hirió su frente y el orgullo de ser filántropo recaudador de besos, simplemente “Se fue a las pailas”. Así terminó a ras con la silla que lo vio la última vez, meciéndose al compás de un chirriar lejano y placentero. La información privilegiada que nos llega desde los aposentos de los apostadores – quienes lo vieron deambular pausadamente por aquella avenida – nos dicen que mantenía la fortaleza de sus brazos y los singulares dolores latentes. A lo lejos; acordes de ramas sonoras provenientes de los árboles, anunciaron una ventolera de papeles llenos de poemas. Su estirpe de romántico pasajero y, de sólido mascarón vigilante de las popas y las proas de viejos navíos de papel; quedó esta vez en vigilante evidencia para sus enemigos del tugurio. De aquellos que también recapacitaron y se alojaron en el refugio de los despistados y; que además, pululan en aquel recinto hospitalario donde suelen adormecer sus penas después de una derrota de amoríos. Un tiro libre desde la media cancha es golpeado en el mesón, y una sonajera de vasos, los acompañan entre miles de vítores salidos de roncas gargantas mastoidales. Estaba en lo cierto – No era sueño. Pero a pesar de su temor a los vientos huracanados; siguió pensativo y, contrariamente a lo que podría decirse; continuó intacto con su inmejorable proceso para construir sillas o describir sus placenteras poesillas. Como un descolgado de las cuatro patas sueltas; siguió construyendo una tras otras, diversas poesillas alternando su construcción con remolonas sacudidas de brazos; acariciando en algunas oportunidades, el sutil brazo de madera de una mecedora dedicada a la geriatría de amantes en reposo. Pero ya en su ajetreo más directo; cuando los semáforos no lo engañaron con luces de distintos colores; esperó los beneficios más cercanos a un plenilunio; buscó arrellanarse en la piel curva debajo de la cabellera dorada de aquella que no era una pasajera de la noche. Entre el dulce cuello y el terso hombro aterciopelado se hizo acomodar. “Es ahí donde el descanso de una promesa se hace diferente; es ahí donde se detienen las distintas lagrimas derramadas. Es ahí donde las palabras más silentes se hacen pura fantasía. Todo esto es el silencio mismo del viento ciego”; le dijo a su amada en el remanso de una escalera que lo llevaría más tarde a la cima del cielo. Es el sometimiento del vértigo que asoma en las ventanas alejadas del suelo. Son los aires del pudor de las venas y las ventajas de un experto soplador de silicio y; desde luego, es el viento que sopla en las velas de todas las naves que surcan el borde del desamor. Todo tiene su precio y el precio del amor es el más silencioso “A cambio de este regalo, sólo se puede pensar en algo grandioso: en entregar la propia vida si fuese necesario” Cuando estás en esta posición y las demás posesas observan esta terrible amenaza; aprovechan los acordes de los árboles y se dejan caer sin ruido hasta el plagado suelo ¡simplemente te liquidan! Todas las que difunden el viejo mensaje de la trifulca temen a los viejos de las bolsas de valores. A los viejos que acuden a transar sus valores en una comunidad de intercambios por causa de la soledad. Ellos entienden esto del trueque sentimental y lo inútil que resultan las ventajas de la compañía de seguros. En esto de los seguros con cláusulas específicas para el amor, el casi vate ya encuadernó dos; y ya los guardó, en un antiguo anaquel de madera enmohecida. Los extraños seguros del amor no sirven a la hora de los razonamientos intactos; de aquellos simplemente prodigados por los que saben del amor; por los poetas. Sin embargo igual nos relata que sus rechinares quedaron debajo de una colcha enteramente zurcida. Nos dice que esto ocurrió cuando una nube negra, dejó caer rayos de matiz semi oscuro, en un trozo cuadriculado, donde además se trenzaban con la última pelea de la medianoche, dos peones de un frío y sucio juego de ajedrez. Una vieja hiladora que nunca regañaba ni jamás tiró platos por la ventana; oró para que no me fuera de mal en peor; entre tropiezos y arrancadas de usleros, o en cuesta abajo por el cerro de los lobos Feroces - ¡Y así fue! Finalmente la mochila apesadumbrada de peñascos innecesarios terminó por romperse. El poder del dinero reina e impone sus reyes. Tienta y excita por encima y debajo de las colchas; entre medio de las capas y por debajo de las oscuras sotanas de una arpía disfrazada de ocasión. Y detrás del amor existen diversos caminos recorridos. Quienes los recorren después apelan y pelan ajos por conseguir una pizca de limón en la ensaladera de la reconciliación. Otros en cambio optan por el engaño, optan por la acera resbalosa de la ética. Pero el casi vate no habla de sus infortunio como si fuese el único imán para atraer. El recuerda la armónica y la trutruca de su abuelo; la pasión equilibrada de su cuerda floja. Se ríe de su ahorro recaudado para jubilación sin zapatos nuevos. El poder económico no es su rotunda presentación. ¡Está claro! Su poder es el amor, la innegable certeza de la verdad y las indesmentibles hojas por escritas por y para la belleza. En la mar virtual observó la incompetente apetencia convertida en maremoto arrollador, aplastante y ahogante. Nos aconseja: “La zancadilla se torna frecuente. La trampa se disfraza de picardía; quizás hasta en “Una Picantería” El fraude se disfraza de ingenio y al Eugenio lo aplauden a rabiar en el periplo donde se aburren los ilustrados zapatos del Senado. La información privilegiada es usada por el poder, para obtener más de aquello. Ésta es la ruta que muchos emplean para conseguir algo de amor. Pero el casi vate cruzó la avenida de Los Carrera y, los hermosos brazos dorados apretujaron su espalda; y el roce de sus mejillas acariciando las de ella, se impuso como presagio de una buena fortuna. El amor es cosa del destino y muchas veces de la suerte. El amor es la oportunidad aparecida después de doblar una esquina. Rodaron alegrías hasta el suelo; y ahí se quedaron las lágrimas de un encuentro deseado por mucho tiempo escrito. Muac
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