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El Ictiocefalolalista

ATELIER DE POESILLAS

La nueva andadura en la literadura de un palabrero patipelado, patiperro y rechinador, simplemente debería llamarse “LA POESILLA”. Lo Dice el propio casi vate; quien desde una silla electromecanografiada - rescatada de una mancebía del cacareo del más acá; y que fue utilizada para curar la malura de la subida de la espuma; como la acontecida a los refugiados cuando abordaron el velero de la capitana - versó su innovadora POESILLA de antaño. Y que sirvió para iniciar un nuevo rechinar de catres para pagar las dudas a la costurera que zurció sus calcetas y supo sanarlo de cuanto tropiezo cuesta abajo experimentó, por culpa de un morro demasiado empinado.Actualizado hoy después de ayer por Veri Cueto (www.mascahuin.cl)                © Copyright Agustín Carrera presenta en una grandilocuente y aparatosa ruka originaria allá en la provincia willimapu (sureña), las calcetas agujereadas por causa de tanta huida a destajo cuesta abajo, por el cerro de “los lobos feroces” en su cercano Puerto de los Truenos. Nos explica: “La cuerda floja puede causar un desequilibrio de destierro cuando menos se lo espera” Piénsese sólo en el periplo de Agustín Carrera, quien por fidelidad hacia la conquista supo del candado en el portón y en muchos casos de la tranca opresora; sin mencionar que muchas veces sus efectos desnucadores también constituyeron un grave paréntesis hospitalario – sufrió trancazos tan eficaces como los del mismísimo uslero - Aceptó en consecuencia hacerse cargo de esta especie de mancebía dentro del refugio, sin que ser regente fuese su apego. ¡Ese era su destino! Manifiesta uno de sus grandes amigos en la comarca del Merken. Ya que su prioridad fue desacelerar el latido de la angustia y enjugar el sudor de la huida; su primera medida aplicada - apenas entró en funcionamiento - fue zambullirse en las aguas del tranque a pocos pasos del refugio, buscando un purificador remojo. “El agua, como pocos pueden hacerlo, es el elementos purificador por excelencia” nos afirma el húmedo casi vate; luego del chapuzón.           Debemos abrir los portones, para abrigar las esperanzas, de quienes fueron paridos para alargar las tertulias durante la extenuante carencia material. Así recibió entonces cuanto poeta, poetante, patachero, lalista, equilibrista y palabrero se asomó por el asilo contra la opresión, que huía de la trifulca de la escoba o aquella inenarrable lid del uslero; donde, por cierto, siempre se sale derrotado de la polvareda. Los lectores puede que no entiendan esto que les menciono; pero me apego al buen sentido de la palabra y a esto que llaman criterio; sé que encontraré  en ellos extensa comprensión.                              ¿Quiénes son los maestros en la POESILLA? No sé con certeza; pero es claro que nos ayudan en estas soledades a navegar hacia otros mundos. Son ellos quienes suelen posar sus naves en la techumbre de nuestro heroico refugio. Dicen que son los espíritus de los Viejos Héroes de las Palabras, quienes nos maravillan con su mirada íntegra, y que al momento de la saudade nos rebota como balón en el fondo de las redes, después de un hermoso gol de media cancha.                                                                                                           ¿De dónde vienen entonces las POESILLAS? ¡Mire! Desde que se dispuso hacer de regente a la cabeza del refugio, otras prioridades se agolparon en su cana testa. Y la Poesilla lo deslumbró tal como la luz lo hizo en un principio; nos recuerda otro de sus amigos “Si gustan escudriñar las palabras recónditas allá en el fondo del tranque, es cosa que se dispongan a realizar voceadas rogativas; esto es tan sencillo como escuchar nuestras tertulias de asilados” nos sugiere ahora el mismo casi vate. No surca por nuestros bolsillos dinero alguno. Somos despapelados y carentes del duro metal cincelado. Somos quienes decimos lo que otros no se atreven a vociferar. Usamos el vocabulario del Banco de la Plaza e introducimos un matiz a la “POESILLA” que resulta agradable a los que nos escuchan. Le subimos el perfil a la estatua inamovible que desde la plaza pública observa petrificada la esquina de la urbe. ¡Me entiende! reclama el casi vate ante una consternada Veri Cueto, la periodista de turno del pasquín “La Oreja de Van Go” quien presentaba un rostro juvenil  cansado de tanto carrete, como de palabrería. Tanto el parafraseo como el palabrear requieren un amplio tiempo de reposo y sosiego lingual, y para encontrarlas a destajo debes buscar no muy lejos de aquí; debes hacerlo en el tranque del refugio. Ahí han sido depositadas tantas palabras como olvidos de aniversario de matrimonio se conocen; nos informa impertérrito el casi vate.                      ¿El refugio es la perfecta arquitectura para la POESILLA?                              El refugio es la Casa de Gobierno de los verdaderos amantes de la política. De hecho es aquí donde nació el partido por la mitad denominado “La Demosgracias al Común Nuestro” Este movimiento es como una cremallera del poder sin el poder del cierre. Pero ciertamente no es como una pieza de lencería guardada en la cómoda del responso; ni una loción sin uso para alguien que prefiere el olor del madero o el dolor de la tranca.                                        ¿La POESILLA es un método de sanación?                                                   En apenas unos años se han repuesto en el refugio, tantos malheridos asilados como desparasitados árboles frutales en la chacra de las tunas. Y no es cosa sólo de mencionarlo, podemos hacer estadísticas de los asilados entrantes como de los refugiados salientes y, que ahora, pululan libres por las deshojadas alamedas de la comarca, sin apegos ni sufrimientos por causa de un antiguo querer malondo. La libertad es un bien muy preciado para nosotros, pero eso no significa que deseemos estar así para siempre. La esclavitud del amor es algo que debemos encarar cada vez que nuestras fuerzas lo permitan. Es nuestro bien y sus resultados, lamentablemente, son nuestro mal. ¡Pero ojo! No somos los que motivamos la lid de los usleros ni la trifulca de la escoba. Nuestro problema es que somos demasiado cariñosos y mediamos por que la naturaleza de la juntura se haga vida con sus consecuentes canastos frutales; ojala todos llenos de los elementos que conforman la belleza, como los que contienen los cestos de lanceros y creyentes de un mensaje que cada día nos sorprende más por su sabiduría, y que además, nos enseña a amar al enemigo y a esa ocasional enemiga de siempre; que dicho sea de paso, es una verdad recurrente a todo nuestro quehacer. Hemos aprendido a amar la mar en la marejada y a la bruja de la Maruja, quien se desvive por querer usar esa maldita y espigada escoba. Por su parte; hay quienes - entre ellos los paleontólogos, quienes con sus palíndromos - suponen que la evolución financió la pirca que divide a los géneros en dos; a los hombres y a las féminas y a estos con las demás especies ¿Qué saben ellos del amor? La cuerda floja – ya lo dije – requiere de un buen equilibrio - y compensar ambas realidades requiere fortaleza y temple para no caer en la espesura de un bosque embrujado, o en la indiferencia que genera un aserradero de los flujos del sentimiento. La lectura de cartas y las visiones que se describen en los bajos fondos de un recipiente o por encima de una tela mágica – según se crea, les dice a los oráculos que la búsqueda del amor es un antiguo quehacer de la especie. Yo repito – ¡Eso si! – “El amor no se busca, el amor simplemente “es” y “está” en nosotros”. Que no lo vemos, sentimos o presentimos es otra cosa. Arribar a este refugio no es difícil por lo que se puede observar. Salir del mismo es sólo posible cuando se está capacitado para comprender que el amor no es una simple aventura. Pero que esto no evita el riesgo de caer en las reyertas de una nueva trifulca o alguna otra lid del mismísimo uslero. Llegar a este refugio es cosa de valientes; de héroes que aperados con relucientes escafandras, iniciaron su destape de la colcha para librarse de aquello que los oprimía. La peregrinación a este lugar tiene un propósito, y es que los valientes príncipes del querer, desean, buscan y aspiran encontrar el esquivo sentimiento, que muchas veces se esconde, por temor a las heridas propinadas. El refugio no ofrece terapias ni crea dependencias sicotrópicas innecesarias, el refugio ofrece una nueva visión del sublime sentimiento del querer; ofrece a los asilados una realidad distinta que es difícil de comprender, pero como se trata de lalistas, poetas, patacheros y enamorados de las palabras, les resulta fácil abrir las cortinas de la sala del olvido para reiniciar una nueva vida. Varios periodistas me han preguntado cuales son estas renovadas ciencias que permiten al olvido olvidarse, y que el amor originario se apretuje con nuevas energías. La verdad es que quien ama debe sentirse satisfecho de su querer. Quien no sea capaz de entender este amor, ese, tiene un problema; y aquí, lo cierto es que no tenemos especialistas en siquiatría, sicología; ni contamos con sacerdotes, ni con padres que puedan corregirles tan craso error. Aquí sólo nos tenemos nosotros mismos; o sea, traemos nuestros despechos, desprecios y desamores para reconvertirlos en nuevas esperanzas. En este refugio todo se recicla, incluso el odio recibido, o sea todo el mal que las amas de la trifulca pueden causarnos. El mensaje es claro y lo aplicamos, amaremos y no permitiremos que nos conduzcan a ese desatino del desamor, al del odio, del rencor o del olvido.  En el refugio se enseña - en realidad nadie nos enseña - lo cierto es que no existen maestros o alguna persona que pretenda tal ejercicio, aquí sólo se aprende a amar la luna, las estrellas, las pasajeras nocturnas de la gran bóveda. Aquí se aprende a amar la tierra (la Pacha Mama), se aprende a amar la descendencia, a proyectarse como persona mejorada, aseada de las pesadas e incómodas escorias que ajan los cuerpos y las mentes. Aquí se aprecia desde la techumbre la cara oculta de la luna; el universo que existe al interior de una gota en el aguacero; la densidad de la neblina; el sonido inconfundible de las hojas otoñales al desprenderse del ramaje; el olor de las ocasiones cíclicas de la especie, el sabor de los besos, y se aprende a apreciar el reflejo de la luna bañándose desnuda con su hermosa palidez en el famoso tranque del refugio. Aquí nacen los poetas y las POESILLAS de Agustín Carrera. Caminar hasta el refugio puede significar lo uno o lo otro. Lo cierto es que es cuestión de fracaso o de renovación. El fracaso es algo que nosotros valoramos como si se tratase de lo más sublime del mensaje; como si caminar hasta el portón e introducirse en este refugio fuese la vida misma. No es un asilo para siempre, es una etapa donde el aprendizaje apremia, puesto que la cuerda floja también tiene sus tiempos y estos no son muy extensos que digamos. En fin; este atelier es el lugar ideal para los científicos locos; para quienes deseen encontrar las respuestas de la teoría cuántica. Para quienes quieren respuestas de las frágiles razones del desamor. Para uno que fabrica POESILLAS, su atelier, ciertamente, es fundamental. Entre maderos y ladrillos, entre aserrín, fierros forjados y cuanto artificio reciclable se amontona en el refugio, reavivamos la llama del amor antes de que esta se apague. Lo hacemos mientras recomponemos las famosas POESILLAS; mientras se refaccionan las hebillas con una hebra de palabrería, tal como lo hace una doméstica poe-silla, y mientras el carpintero del mensaje mantiene vivas nuestras esperanzas.Plop 

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